Mientras que muchos ojos están puestos en los imponentes A380 de Emirates, el verdadero «trabajo pesado» que sostiene la conectividad global está ocurriendo a nivel de pista. Hoy, la filial de servicios de Emirates Group no solo consolida su imperio en Brasil, sino que ha puesto sus ojos en el Cono Sur, con Chile como el próximo tablero de ajedrez en su expansión estratégica.

Mientras los reflectores de la industria suelen posarse sobre las nuevas rutas y las entregas de aeronaves de última generación, en las plataformas de los aeropuertos sudamericanos se está gestando una transformación silenciosa pero contundente. El protagonista es dnata, el brazo de servicios globales de Emirates Group, que ha dejado de ser un invitado en la región para convertirse en un actor determinante en la eficiencia del ground handling. Con una operación consolidada en Brasil y la mirada fijada en el Cono Sur, el gigante emiratí está demostrando que el éxito de una aerolínea comienza mucho antes del despegue: se decide en la precisión de la rampa.

La huella de dnata en Brasil es hoy el espejo donde se mira el resto del continente. Con presencia en cerca de 30 aeropuertos, la compañía ha logrado escalar el modelo de «perfección operativa» de Dubái a la compleja geografía brasileña. Desde el manejo de carga hasta el servicio a pasajeros, dnata gestiona más de 240.000 giros de aeronaves al año en el gigante amazónico, actuando como el socio estratégico de aerolíneas de la talla de GOL y Azul. Esta capacidad de adaptación no es menor; en un mercado donde la puntualidad es la métrica reina, la tecnificación que dnata ha inyectado en los aeropuertos regionales ha elevado el estándar competitivo, obligando a los proveedores locales a revaluar sus propios procesos.

El análisis de esta expansión revela una hoja de ruta clara: la inversión en «músculo tecnológico». Recientemente, la firma anunció una inversión global que supera los 100 millones de dólares destinada a la renovación de equipos de apoyo terrestre (GSE). Lo interesante para el mercado sudamericano es que una parte significativa de estos activos —que incluyen desde remolcadores de empuje hasta unidades de energía de rampa— son eléctricos. Este movimiento no es solo una cuestión de imagen corporativa, sino una respuesta directa a la creciente presión de las administradoras aeroportuarias por alcanzar la neutralidad de carbono, un factor que dnata utiliza como punta de lanza para ganar licitaciones frente a competidores con flotas más antiguas y contaminantes.

La noticia que hoy mantiene en vilo a los ejecutivos del sector es el inminente aterrizaje de dnata en Santiago de Chile. Las negociaciones para operar en el Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez sugieren que dnata ve en Chile el hub ideal para replicar su éxito brasileño. Para el ecosistema aéreo chileno, esto representaría un cambio de paradigma. La entrada de un operador con la espalda financiera de Emirates Group promete no solo una mayor competencia tarifaria, sino la implementación de sistemas digitales de gestión de rampa que reducen los tiempos de conexión y minimizan errores en el manejo de equipaje, un dolor de cabeza recurrente en las terminales de alto tráfico.

Finalmente, la relevancia de dnata en Sudamérica debe leerse bajo el lente de la integración regional. Su activa participación en organismos como ALTA (Asociación Latinoamericana y del Caribe de Transporte Aéreo) confirma que su apuesta es a largo plazo. En una década donde se proyecta que el tráfico de pasajeros en la región se duplique, el cuello de botella de la industria no estará necesariamente en los cielos, sino en la capacidad de las terminales para procesar vuelos con eficiencia quirúrgica. dnata parece haber entendido esto antes que nadie, posicionándose no solo como un proveedor de servicios, sino como el garante de que el engranaje de la aviación sudamericana nunca deje de girar.

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«Las decisiones que tomemos hoy definirán el rumbo de nuestra industria durante las próximas décadas. Vamos a trabajar con los Estados y la industria para fortalecer la seguridad, modernizar la navegación aérea y promover una regulación clara, justa y armonizada. Los impuestos deben ser previsibles y transparentes, y la sostenibilidad, un compromiso compartido por todos.”

~ Juan Carlos Salazar, secretario general de OACI