China ha dado un nuevo paso en su carrera por la soberanía tecnológica al prohibir el uso de chips de inteligencia artificial (IA) fabricados en el extranjero en todos los centros de datos financiados por el Estado, según informó Reuters el 5 de noviembre de 2025. La medida, considerada una de las más firmes hasta ahora, busca acelerar el desarrollo de la industria nacional de semiconductores y reducir la dependencia de proveedores extranjeros en sectores estratégicos.

De acuerdo con Reuters, la directiva establece que los proyectos estatales de infraestructura digital que aún se encuentren en etapas iniciales deberán utilizar exclusivamente chips producidos por empresas chinas. Aquellos que ya superen el 30 % de avance serán evaluados caso por caso. Con esta decisión, Pekín busca reemplazar gradualmente a fabricantes estadounidenses como Nvidia, AMD e Intel, que hasta ahora dominaban el mercado de procesadores de alto rendimiento utilizados en inteligencia artificial y computación avanzada.

La ordenanza no solo tiene implicaciones tecnológicas, sino también políticas. Desde hace varios años, Estados Unidos ha impuesto restricciones a la exportación de chips avanzados hacia China, limitando el acceso de sus empresas a componentes clave para el entrenamiento de modelos de IA. En respuesta, el Gobierno chino ha desplegado una estrategia de “sustitución total” para promover sus propios desarrollos y blindar su cadena de suministro frente a posibles sanciones futuras.

El movimiento representa un fuerte golpe para los fabricantes occidentales. Según datos citados por Reuters, las ventas en China representan entre el 20 % y el 25 % de los ingresos totales de compañías como Nvidia, lo que convierte al país asiático en un mercado crítico para su rentabilidad. Sin embargo, la medida abre la puerta a una expansión acelerada de firmas locales como Huawei, Cambricon y Moore Threads, que ya trabajan en procesadores de IA capaces de competir con los chips más avanzados del mercado. Huawei, por ejemplo, ha presentado el modelo Ascend 910B, que busca posicionarse como alternativa a las GPU de Nvidia en rendimiento energético y capacidad de cómputo.

Para los analistas consultados por Reuters, esta prohibición refleja el deseo de Pekín de consolidar una arquitectura tecnológica propia que no dependa del ecosistema occidental. A largo plazo, podría acelerar la fragmentación digital global, dando lugar a dos bloques tecnológicos: uno liderado por Estados Unidos y otro por China. Si bien la medida puede fortalecer la autonomía del gigante asiático, también plantea desafíos en cuanto a interoperabilidad, innovación y acceso a software global optimizado para chips extranjeros.

El veto a los chips de IA extranjeros en centros de datos estatales es, más que una regulación técnica, una declaración de independencia digital. Con esta política, China reafirma que su objetivo es alcanzar la autosuficiencia en semiconductores antes de 2030 y convertirse en líder mundial en inteligencia artificial aplicada. Tal como concluye Reuters, se trata de “una de las decisiones más contundentes de Pekín para impulsar la fabricación nacional de chips y desafiar la supremacía tecnológica de Estados Unidos”.

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«Las decisiones que tomemos hoy definirán el rumbo de nuestra industria durante las próximas décadas. Vamos a trabajar con los Estados y la industria para fortalecer la seguridad, modernizar la navegación aérea y promover una regulación clara, justa y armonizada. Los impuestos deben ser previsibles y transparentes, y la sostenibilidad, un compromiso compartido por todos.”

~ Juan Carlos Salazar, secretario general de OACI